Es difícil ser un cargo público. La faena de cara al público de los anónimos ciudadanos de cada día es complicada: se ha de tener mucha paciencia y /o mucha espalda ancha para resistir las continuas quejas y lamentos del prójimo aunque tu situación personal sea mucho peor y tengas más derecho que ninguno a quejarte y a ser atendido como es debido. Pero si se ostenta un cargo público como el de los políticos o el del rey la situación de complica ya que la cadena de quejas crece en tanto que tu situación es más elevada en la pirámide social y cuanto más subes menos te pueden mandar dicen pero ¿y tu a quien te quejas?, ¿a Dios? Quizá está demasiado ocupado o lejos para oírte. La soledad del poder se apodera de ti. No puedes confiar en nadie aunque debas ya que es importante saber delegar. Suerte que renuncié a la corona del país pero nunca podré ni querré renunciar a ser reina de mi casa. La casa protege mi espacio privado y este esconde mi espacio íntimo. Los reyes de verdad tienen un gran espacio privado que a su pesar siempre es público debido a la multitud de personal y servicio que emplean. Debajo de todo eso siempre quedan las personas. Las personas son como el soldado raso: anónimos, un número si tienen suerte de tenerlo. Las personas se relacionan unas con otras con lazos ya sea familiares ya sea laborales o sociales (amigos, conocidos…). Esos lazos a veces se fomentan por misivas (electrónicas o de papel). Uniendo todos los factores mencionados: cargo público (rey), privacidad pública pero derecho de intimidad, lazos familiares y cartas me hacen pensar en el derecho que tiene un padre a escribir a su hijo que estudia en el extranjero y a que nadie desvele lo que en las cartas el padre aconseja al hijo por más que este tenga un futuro muy público. No estoy de acuerdo en que porque la figura sea real, se tenga que difundir un consejo paternal cuando este era padre y no rey en el momento de la comunicación. Al igual que de qué sirve desvelar la vida sexual de cargos públicos como recientemente los medios informan sobre ministros y presidentes. Eso solo atañe al implicado y a la propia cónyuge si el afectado ejerce bien su profesión y es capaz de separar y no afectar ambas esferas de su vida, a quién le importa con quién pase y qué haga en su tiempo libre ¿ no creéis?.
06 d’abril 2008
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